A principios de los años ochenta, se publicó un estudio realizado por Dorothy Cheney y Robert Seyfarth, en el que se proporcionaban pruebas empíricas sobre cómo los monos vervet usan diferentes llamadas acústicas de alarma para avisarse unos a otros de la presencia cercana de depredadores, dependiendo de si estos vienen por aire, tierra o a través de los árboles. Cada una de ellas provoca el despliegue de comportamientos completamente distintos. Cuando se trata de un águila, el sonido es muy similar a un tosido humano y provoca que los miembros del grupo miren al cielo y se escondan en un arbusto, donde es seguro permanecer. Cuando se trata de una serpiente, el sonido recuerda a un soplido y entonces la estrategia es mirar al suelo y andar a dos patas. Si el que acecha es un leopardo, emiten un ladrido muy agudo y entonces todos suben a los árboles donde pueden protegerse. Además, en los lugares en los que cohabitan varias especies de primates, aprenden unas de otr...