Las peores excusas para no tener sexo



He llegado a la conclusión de que las etapas de buen sexo son como el entretiempo, algo que tiende a reducirse, cuando no a desaparecer. Un periodo en peligro de extinción. La mayor parte de nuestra vida lo pasamos queriendo tener relaciones o intentando evitarlas, y tan complicado resulta una cosa como otra. Imagínense, por ejemplo, a los adolescentes con las hormonas como si estuvieran en un parque de atracciones, deseando ligar a toda costa; o a los separados o solteros, cumplidos ya los 50 y tras una larga etapa de involuntaria castidad, dándose cuenta, de repente, de que si en este preciso instante un infarto los fulminara, es muy probable que una de las cosas que más lamentarían de su vida fuese no haber tenido más actividad sexual. Ahora piensen en una pareja que lleva ya algunos años junta, volviendo a casa un sábado por la noche después de una cena con los amigos. Es probable que uno de los miembros diga que prefiere leer un poco para hacer sueño o que empiece a bostezar en el ascensor para indicar, subliminalmente, al otro que está muy cansado y que esa noche no espere nada extra.
Si alguna vez nos hemos preguntado qué hacer para llevar a alguien a la cama, es muy probable que llegue un momento en la vida en el que nuestra inventiva esté dirigida a qué decir para evitar el sexo, sin que nuestra pareja se sienta ofendida. Aunque en este campo no parece que la humanidad haya avanzado demasiado. Un estudio llevado a cabo por victoriamilan.es, una de las muchas páginas de contactos concebida para planear una infidelidad, revela las peores excusas más utilizadas por las españolas para evitar el cuerpo a cuerpo. Los resultados provienen de haber encuestado a 5.586 hombres, supuestamente infieles, que a la pregunta de si estaban cansados de que sus parejas evitaran el sexo, el 88,9% respondía si, mientras solo el 11% decía que no. La lista de pretextos desafortunados la encabeza “no tengo tiempo”, seguido de “me duele la cabeza”, “no me apetece ahora, ¿lo hacemos luego?”, “los niños pueden oírnos”, “estoy viendo una película, espera a que termine”, “estoy muy estresada, ha sido un día duro”, “tengo el periodo”, “me duele todo el cuerpo, podría estar cogiendo una gripe”, “no me puedo moverme, tengo agujetas del gimnasio” o “mañana me levanto temprano”.
Se estarán preguntando qué es lo que dicen ellos, porque la idea de que el hombre siempre está dispuesto y somos las mujeres las que nos negamos es una mentira piadosa que nos dijeron nuestras madres para vernos crecer más felices y confiadas. Mientras Victoria Milan promete preguntar a las mujeres infieles los pretextos que más les molestan de sus parejas, la Asociación Española de Andrología Medicina Sexual y Reproductiva (ASESA) se ocupó hace algún tiempo de hacer ese trabajo para averiguar las coartadas masculinas, en un informe llamado EXCUSE. La primera de la lista es “estoy cansado” seguida de “estoy estresado”, “tengo ansiedad”, “he bebido demasiado”, “estoy preocupado por mi economía”, “he comido mucho” o “ha perdido mi equipo de beisbol”. ASESA está convencida de que en muchas ocasiones estas evasivas no esconden sino conflictos sexuales, ya que según el estudio 5 de cada 10 hombres rechazan tener sexo por problemas de erección.
Que tire la primera piedra el que no haya utilizado alguna vez este arsenal disuasorio, el problema viene cuando la excusa se vuelve reiterada, como dice Alicia Gallotti, periodista, escritora de libros de sexo y portavoz en España de Victoria Milan, que cuenta con 5 millones de usuarios en todo el mundo, de los que 500.000 viven en nuestro país. “El rechazo sexual disimulado tras una justificación poco creíble puede generar problemas de autoestima en ambos sexos”, cuenta Gallotti, “además de inseguridad y miedo al rechazo, con lo que es muy probable que tras recibir un no como respuesta varias veces, la persona no vuelva ya a tomar la iniciativa. Se entra entonces en un círculo vicioso que acaba con la vida sexual de la pareja. Se crean víctimas y verdugos y esto hace que muchos y muchas busquen en otro sitio lo que en casa dan ya por perdido”.
Un repaso a las excusas más comunes nos muestra que, además de poco creativas, son meros pretextos para no mandar al otro a freír espárragos y que encierran, muchas veces, una concepción errónea del sexo.
- “No tengo tiempo”, una de las más utilizadas, no hace sino decirnos que la sexualidad no es lo suficientemente importante para nosotros y que casi nunca contemplamos dejarle un espacio en nuestras vidas. Si alguien rastreara nuestras agendas, en las que anotamos todo tipo de menudencias, hasta que tenemos que comprar un kilo de peras conferencia, jamás nadie verá “echar un buen polvo en una habitación de hotel” o “beber una copa de vino y masturbarme”. ¡Una pena, serían mucho más divertidas! Sin embargo, seguimos pensando que el sexo debe ser algo que surja, espontáneo, irracional, tumultuoso… Pero eso si, los fines de semana y días libres que nos viene mejor. “Yo siempre digo que la sexualidad la tenemos guardada en una cajita y la abrimos de vez en cuando, en el horario que más nos convenga y esperamos entonces que funcione como un resorte, pero no es así”, comenta Gallotti, “la sexualidad hay que entrenarla a lo largo del día, con gestos, llamadas, mensajes.
En Argentina siempre se ha dicho que seducir es un deporte, y como todos los deportes, se practican mejor cuanto más entrenamiento se haga. Hablamos a menudo de los países caribeños, donde la sensualidad está más a flor de piel, pero es que allí está incorporada a la vida cotidiana, a todos los momentos del día”.
- “No tengo ganas” es otro clásico, además de un nuevo ejemplo de como el sexo es casi siempre el último mono en nuestro orden de prioridades, a no ser que estemos en época de enamoramiento que, como todos sabemos, dura solo un año. Gran parte de nuestras actividades las hacemos, generalmente, sin muchas ganas: trabajar, hacer las tareas de la casa, comprar, coger el metro, pagar las facturas, comer con los suegros los domingos… Sin embargo, le exigimos al sexo mucho entusiasmo para empezar a ponernos en marcha y atenderle como es debido. Piensen en las veces que salieron de noche sin apenas ganas, arrastrados por algún amigo, y no solo se lo pasaron bien y se emborracharon, sino que hasta ligaron. O en aquel affaire que, aparentemente, no era gran cosa pero que luego en la cama se convertía en un semental o una gata salvaje. Si queremos que el sexo nos sorprenda y nos entusiasme, debemos abrirle la puerta, aunque estemos en zapatillas y esa noche no nos apetezca salir. Además, como comenta Alicia Gallotti, “hay infinitas modalidades dentro de la sexualidad y no todo tiene que llevar a la penetración”. Elija la que más se ajuste a sus fuerzas y a lo mejor descubre que tiene más energía de la que creía.
- “Me duele la cabeza”, “estoy nervioso” o “estoy estresado”. Bajo este epígrafe se engloban las excusas sanitarias que aluden a dolencias o estados críticos y estas son siempre un golpe bajo porque desde niños se nos contó que con la salud no se juega. El dolor de cabeza fue el arma esgrimida durante siglos por nuestras madres, abuelas y tatarabuelas así como una forma de chantaje para que sus maridos accedieran a sus peticiones, cuando no lo hacían por las buenas. Estos tres pretextos, sin embargo, son fácilmente refutables, ya que cada día surgen numerosos estudios sobre los beneficios del sexo para el sistema cardiovascular, nervioso, para aliviar el estrés, la ansiedad, para ayudarnos a mantenernos más jóvenes, e incluso para evitar el alzheimer. Tan solo hay que recopilarlos todos, imprimirlos y guardarlos en la mesita de noche para esgrimir al primer intento de intimidación sanitario. Y por cierto, la Wake Forest University School of Medicine, en Winston-Salem, EEUU, lleva años estudiando la conexión entre la migraña y el deseo sexual. Los investigadores han llegado a la conclusión de que los que padecen estos fuertes dolores de cabeza tienen niveles de deseo más altos y que esta dolencia y la libido pueden estar desencadenados por la misma sustancia química en nuestro cerebro, según expone un artículo de la revista Science Daily.
- Las excusas que nos damos a nosotros mismos. Dentro de esta filosofía del engaño, la más peligrosa siempre es la que va dirigida a la misma persona que la fabrica. En este campo si que hay una mayor creatividad y variedad, pero yo me atrevería a englobarlas en dos grandes grupos. Las que hacen referencia al aspecto físico de uno mismo y las que hacen referencia al otro – no es lo suficientemente guapo/a, interesante,sexy, atractivo/a- y que, en el fondo, no encierran sino los miedos y complejos del que las utiliza. ¿Cuántas veces hemos rehusado irnos con alguien porque no estábamos perfectamente depiladas, arregladas, delgadas o con la ropa interior adecuada? Lo que se traduce, en el idioma psicológico, como una falta de aceptación del propio cuerpo y, me temo que este problema no es solo ya de las mujeres. Es también muy probable que cuando nunca encontramos al hombre o mujer a nuestra altura y todos nos parecen de tercera o cuarta división, haya algo más profundo que indagar, seguramente un cierto miedo al sexo, al compromiso o a que de cerca, alguien pueda darse cuenta de nuestros defectos, que ocultamos con una capa de autosuficiencia, bolsos y zapatos de marca.

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