Si deseas una vida feliz debes cultivar la flor más hermosa de todas

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La honestidad es uno de los valores más hermosos que podemos tener los seres humanos. Una persona honesta puede sentirse en paz, no solo porque su corazón está libre de rencores, ya que dijo en su momento lo que debía, sino porque además sus pensamientos y sus actos fluyen en sincronía.
Sabemos que ser honesto es maravillo, pero también sabemos que al serlo deberemos tener la fortaleza para enfrentar a aquellas personas que no saben lidiar con la verdad. Además, la honestidad requiere de un auto conocimiento. Si de verdad quieres ser sincero con la vida debes aceptar y conocer tus defectos, tu lado oscuro y tu zona más vulnerable.
Las personas honestas vienen a ser entonces psiconáutas. ¿Te suena extraño este término?, pues te lo explicamos. Un psiconáuta sería lo contrario a un astronauta. Es decir, una persona que se encarga de explorar el interior. Ellos exploran todas las zonas ocultas de las emociones y revisan a fondo las profundas áreas psicológicas.
Existe una antigua leyenda China que habla sobre la belleza de la honestidad. La historia comienza hablando sobre la necesidad del príncipe de contraer matrimonio para ascender al trono. El joven deseaba casarse con una mujer honesta así que ideó un plan muy astuto, el cuál te lo contaremos a continuación.
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El más hermoso de los valores: la historia de la flor de la honestidad

A todas las chicas casaderas que deseasen contraer nupcias con el príncipe se les citó a palacio. Durante la reunión el príncipe se acercó a cada una de las aspirantes y les entregó una semilla.
Luego les explicó que debían plantar y cuidar de ella. La joven que, pasado seis meses, le trajera la flor más hermosa se convertiría en su esposa. A esa reunión asistió una joven que amaba desde hacía muchos años al príncipe.
Su madre le había recomendado que no fuese al palacio ya que poseía gracia, fortuna o belleza. Sin escuchar las críticas y decida a luchar por su amor, la joven acudió a la cita. Al salir, por supuesto, se sintió llena de alegría porque entendió que el príncipe no se fijaría en lo físico o lo monetario para elegir. Además, la joven era una excelente jardinera.
Con el corazón lleno de júbilo la muchacha plantó su semilla y la cuidó con esmero. Sin embargo, en la maceta no creció ninguna flor. Transcurrieron lo seis meses y nada creció de la semilla. La muchacha llena de tristeza se dirigió a la reunión acordada para ver por última vez a su amor. Al llegar al palacio se maravilló con las hermosas flores que llevaban todas las aspirantes. Con tristeza se hizo a un lado y lloró con dolor.
Para sorpresa de todas, el príncipe se acercó a su enamorada, la tomó de la mano y comentó que ella sería su esposa. Todas las aspirantes exigieron una explicación y el príncipe les confesó que todas las semillas que había entregado en la primera reunión eran estériles. Sin embargo, la humilde joven había regresado con la flor más hermosa de todas, “la flor de la honestidad”.

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