¿De dónde surge la moda de poner un candado, como símbolo de amor eterno, en un puente?
Aquellos a quienes nos gusta visitar diferentes países hay algo que encontramos en todos nuestros viajes: puentes que pasan por encima de un río local el cual sus barandillas están llenas de candados en los que se encuentra escrito el nombre de dos enamorados y, a veces, un corazón dibujado.
Pero de un tiempo a esta parte ya no solo son los puentes los que sufren esa agresión estética (además de sus consecuentes y graves deterioros) sino que cualquier escultura, ventana, verja, valla o aquello que tenga una rendija en la que colocarle el susodicho candado se ha convertido en objeto de la superstición de turistas deseosos de mantener viva la llama del amor eterno.
Los ayuntamientos de todas esas poblaciones (y no solo tenemos que viajar al extranjero, en cualquier ciudad o localidad, aunque no sea turística, podemos encontrarnos con esos candados) tienen que gastar cuantiosas partidas económicas que se invierten en el trabajo de retirarlos además de arreglar los desperfectos ocasionados por el peso de centenares de cerrojos metálicos que ocasionan innumerables daños y ponen en riesgo la seguridad de quienes por allí pasean.
Y sí, aquel candado que pusiste en tu último romántico viaje, con el deseo de que vuestro amor durase para toda la vida, muy posiblemente ya haya sido retirado. El destino de ese cerrojo junto a las docenas que lo acompañaban van a parar al reciclado, siendo fundidos y dando una segunda vida al metal resultante.
Incluso hay ayuntamientos que tras haber padecido el derrumbamiento de alguna de las barandillas de sus puentes más míticos, a consecuencia del sobrepeso y poniendo en peligro la integridad de quienes por allí pasean, han lanzado campañas pidiendo a los ciudadanos y, sobre todo, turistas que no coloquen candados y que en lugar de hacerlo se tomen un selfie.
Por ejemplo uno de ellos es el ayuntamiento de París quienes han puesto en marcha la campaña ‘love without locks’ (amor sin candados/cerraduras) e invita a fotografiarse en sus puentes sobre el río Sena y colgar las fotos en las redes bajo la etiqueta #lovewithoutlocks ya que de ese modo esa demostración de amor sí que perdurará para siempre. El lema de la campaña es: ‘Nuestros puentes no podrán resistir tanto amor. Liberadlos declarando vuestro amor con #lovewithoutlocks’ y puedes visitar la web que han dispuesto para ello en el siguiente enlace: http://lovewithoutlocks.paris.fr
Y ¿de dónde surge la romántica (aunque perjudicial) moda de colocar un candado en un puente como símbolo de amor eterno?
Pues tal y como lo conocemos hoy en día se inició hace poco más de una década a través del enorme éxito que alcanzó a partir de 2006 el libro (y posteriormente diferentes versiones cinematográficas) ‘Tengo ganas de ti’ del escritor italiano Federico Moccia. Sus novelas se convirtieron en best sellers y cientos de miles los adolescentes deseaban vivir lo mismo que los protagonistas de esa romántica historia, motivo por el que imitaban sus actos, entre ellos el que aparecen colocando un candado en el puente Milvio de Roma.
Pero parece ser que lo de poner un candado como símbolo de amor eterno en un puente no fue algo que surgió de la mente creativa de Federico Moccia, sino que éste se inspiró en un poema de amor escrito a mediados del siglo XX por la poetisa de origen serbio Desanka Maksimović titulado ‘Molitva za ljubav’ (Oración por el amor) quien a su vez parece ser que se inspiró en una vieja historia ocurrida en la población serbia de Vrnjačka Banja durante la Primera Guerra Mundial en la que, supuestamente, una maestra local y un oficial del ejército estaban prometidos (el punto de encuentro de sus citas era un puente local) y él tuvo que ir al frente en Grecia, donde empezó una nueva relación sentimental allí, algo que hizo morir de desamor a la joven. Por tal motivo cuentan las crónicas (que parece tener más de cuento o leyenda urbana que de historia real) las jóvenes serbias de la época empezaron a acudir al mencionado puente y colocaron candados para atrapar a sus enamorados y así no ser abandonadas (como si de un sortilegio supersticioso se tratara).
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