Eugea, la prostituta sagrada que aniquilaba a los hombres

 



Esta curiosa leyenda nos cuenta que ningún hombre -o casi ninguno- podía sobrevivir luego de pasar una noche con Eugea, la más hermosa y apasionante descendiente de Afrodita

Según los registros y las descripciones que existen en todas las historias de este índole, muy probablemente Eugea fue conocida por ser la hieródula griega (prostituta sagrada) más famosa de toda la antigüedad.

Esta mujer fue descrita por Pausanias -quien fue un viajero, geógrafo e historiador griego del siglo II a.C.- como la más hermosa, fascinante, sensual y encantadora de todas las vasallas de la mismísima diosa Afrodita.

La leyenda afirmaba que ningún hombre de la época podía sobrevivir luego de pasar una noche de placer junto a ella, ya que sus clientes -o víctimas- eran recibidos en el Olimpo por Afrodita después de haber completado su experiencia sexual.

Afrodita estaba orgullosa de su sierva predilecta, a quien esta le había concedido y enseñado el arte de amar de un modo tan perfecto y absoluto, que los hombres mortales se entregaban alegremente a la muerte con tal de experimentar en carne propia las delicias y goces carnales creados por la diosa del amor y reservados únicamente para los inmortales.

El placer de los dioses transportado a los mortales:

Según, los dotes amorosos y sexuales que poseía Eugea eran tan extraordinarios y grandiosos que los hombres más ricos de Grecia y el Cercano Oriente entregaban sus fortunas y se acercaban al templo solo para morir siento el placer que esta les proporcionaba.

Pausanias, quien describió de forma explícita a esta mujer y además aseguró que Eugea participó y fue responsable en la muerte de miles de hombres, relató también que antes de pasar una noche con ella, los visitantes debían dejar una pequeña fortuna en algún lugar del templo donde esta se encontraba y un juramento por escrito de que si por alguna razón lograban sobrevivir a la fogosa noche de pasión, no revelarían bajo ninguna circunstancia ninguno de los secretos y prácticas sexuales de Eugea, ni siquiera cuando murieran y su alma se marchara al Hades.

Una vez que estas garantías eran ofrecidas y se cumplía todo el protocolo, el cliente podía ingresar a una especie de cámara o aposento en donde Eugea se encontraba, envuelta en velos de seda y en un ambiente muy romántico y sensual.

A continuación, la hieródula desplegaba su sublime, desconocido y mortal repertorio de artes sexuales y amatorios los cuales conducían a un mismo e inevitablemente final: La muerte del visitante, pero de la forma más dulce y placentera posible.

Aquel infortunado amante de una noche moría irremediablemente con una sonrisa en su cadavérico rostro, lo cual indicaba que sus últimos momentos habían sido uno los más placenteros que había experimentado en su vida.



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