Historia del carné de conducir

 



Todos sabemos que el carné de conducir es imprescindible para poder manejar o conducir un vehículo, de lo contrario estaríamos infringiendo la ley. Lo habitual es inscribirse en una autoescuela, examinarnos, aprobar, y después obtener el permiso de conducción, pero no siempre ha sido así.

Origen del carné de conducir

El carné de conducir es cosa de finales del siglo XIX, pero no los problemas de la conducción de vehículos. La regulación y normalización del uso de carruajes en espacios públicos es asunto antiguo. Los asirios y egipcios ya abordaron el problema en las grandes ciudades, donde muchos paseaban en carro.

Los antiguos griegos y romanos encontraron a este vehículo un uso deportivo y de recreo; establecieron normas y estudiaron la causística que podía darse: encuentro de dos carruajes en un puente, derecho de paso en caminos estrechos o número de animales que podían tirar del vehículo. No se necesitaba carné, pero sí haber mostrado alguna pericia en hacerse obedecer por el animal. No había multas, pero sí la obligación de reparar el daño causado.

En la Edad Media decayó su uso debido a lo impracticable de los caminos, la inseguridad de los tiempos y el hecho de que la sociedad se replegó sobre sí misma y no salía del poblado donde había nacido.

Todo cambió en el Renacimiento. En Italia y Hungría el carruaje privado gozó de favor. Las clases pudientes en España, tenían su carro de viaje y ya era asunto de debate los problemas del tráfico.

En las Cortes de Valladolid de 1555 se pedía al rey que suprimiera los coches. La misma petición se exigía a los alcaldes de Madrid, tanto que fue preciso dictar pragmáticas, órdenes y reglamentos para salir al encuentro de abusos y tropelías relacionadas con la circulación en Madrid, donde ya en 1578 el número de coches superaba las posibilidades de las calzadas.



También comenzó a ser un problema en Londres hacia 1550. Curiosamente las quejas también iban dirigidas contra el mal aparcamiento o la doble fila. Los nobles estacionaban su vehículo donde querían y durante el tiempo que les daba la gana dificultando el paso a quienes iban a caballo o caminaban.

También se enfurecía la población contra los cocheros que no respetaban a las personas o causaban accidentes. Una de las primeras disposiciones fue prohibir los coches de dos ruedas, los ruidosos birrotones, causantes de la mayoría de los problemas.

Sus usuarios más jóvenes solían encabritar al caballo de la misma forma que hoy los adolescentes levantan a la carrera la rueda delantera de las motos. Muchas comedias de Lope de Vega hablan de los coches en Madrid. “Tan introducido se hallaba el vicio infernal de los coches en Castilla que todos clamaban por su abolición”, escribe un historiador de la época. Pero todo el mundo quería tener uno, y la demanda subió el precio del caballo.

La gente del campo culpaba a los propietarios de coches del encarecimiento del precio de las mulas, tan necesarias en labores agrícolas. Desde el púlpito se fustigaba el uso de coche privado porque favorecía el auge del afeminamiento y la perdición de la honra en muchas mujeres, por encontrar en estos vehículos lugar propicio al pecado.

Se prohibió, aunque duró poco, poner cortinas en las ventanas, y permanecer en el vehículo parado, no era bueno dar facilidades al diablo. En el XVIII la mejora de los caminos y el perfeccionamiento del carruaje llevaron a este vehículo a su esplendor. En el siglo XIX, el invento del muelle amortiguador hizo del carruaje un pasatiempo de moda.

Primer club de conductores

Existían clubes de conductores, en el 1866, costumbre iniciada en Inglaterra. Empezó a hablarse de escuelas de conducir, y en 1873 se expedía en Francia la tarjeta gris a nombre de un ciudadano: Amadeo Bollée, primero en ostentar una especie de permiso de conducir que le autorizaba a hacer uso de su vehículo por las calles siempre que avisara con tres días de antelación y comunicara el itinerario que se iba a seguir.

Primer carnet de conducir moderno

En 1891, un tal Léon Serpollet se convertía en el primer ciudadano con un permiso de conducir como hoy lo entendemos. En 1893 el prefecto de policía de París exigía un ‘certificado para conducir vehículos a motor, a vapor o de petróleo’. Había exámenes de conducción, y también morales a modo de test psicotécnico.

El 10 de marzo de 1899 se decretó la obligación de poseer un permiso de conducción de automóviles. En España, el 17 de septiembre de 1900, la reina regente María Cristina aprobó el reglamento que obligaba al uso de un permiso de conducción.

¿Por qué en algunos países se circula por la izquierda?

Circular por la derecha es cosa reciente. En España se empezó a circular por la derecha en 1926, con anterioridad se circulaba por la izquierda. Los romanos circulaban y caminaban por la izquierda. Circular por la izquierda se debía a razones prácticas, ya que los caballeros cabalgaban con la espada ceñida al lado izquierdo, lo que les obligaba a montar por el lado izquierdo del animal, dejando libre el lado derecho para desenvainar la espada con la derecha.

En los carruajes de caballos, los cocheros iban armados en el pescante para defenderse de salteadores: conducían con la mano izquierda y por el lado izquierdo para liberar la mano derecha. Cuando se comenzó a circular en automóvil nadie pensó que fuera necesario cambiar el sentido de la marcha.





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