Historia del laxante: inventor y evolución

 




El hombre nómada del Neolítico tenía una dieta rica en fibra, por lo que se autorregulaba el tránsito intestinal. Pero la civilización sedentaria trajo consigo un cambio drástico en los hábitos alimentarios, cambio que el intestino fue el primero en acusar, y desde entonces se buscó un remedio.


Origen del laxante

Desde que el hombre se hizo sedentario, su alimentación en ocasiones provocaba problemas para poder evacuar el intestino.

Los pueblos antiguos vivieron, como refleja el saludo matinal entre los babilonio: ”Que el dios Marduk guíe tus pasos hacia el río”. Queriendo decir: “Que tengas suerte y defeques sin problemas”. Recordamos que todavía no se había inventado el retrete.

Parece que si el problema más importante era la digestión, los primeros medicamentos irían en esa dirección, deducción lógica que de hecho responde a la realidad. Entre los primeros medicamentos tomados por la boca se encuentran los encaminados a descargar el vientre: la purga.

Una de las preocupaciones antiguas del hombre ha sido hacer frente al intestino perezoso, problema que tuvo tratamiento muy temprano: el laxante se inventó hace cinco mil años.

Primer laxante de la historia

El primer purgante conocido se fabricó en Mesopotamiade donde lo importaron los egipcios. Se extrajo de la raíz del ricino y fue un aceite amarillo muy popular porque además de servir como laxante se usaba como loción y crema suavizante para la piel.

La versatilidad del ricino determinó su triunfo, ya que se utilizó incluso en la construcción porque facilitaba el deslizamiento de los bloques de piedra empleados en la erección de templos egipcios, obeliscos y pirámides.

La escasez de raíz de ricino hizo que se buscaran nuevas materias primas. Los asirios elaboraron hace tres mil quinientos años un laxante con el que se familiarizaron los médicos de la época: el salvado.

También empezaron a emplearse laxantes salinos cuya abundancia en sodio introducía gran cantidad de agua en el intestino; e inventaron asimismo el laxante estimulante que actúa sobre la pared intestinal para promover las contracciones que provocan la posterior evacuación.

De hecho, poco más se inventó después a este respecto. Como es sabido, llamamos estreñimiento al funcionamiento patológico de los intestinos, problema que aparece cuando el endurecimiento del excremento dificulta su evacuación.

Tanto en Grecia como en Roma la antigua medicina trabajaba en el perfeccionamiento de los remedios heredados y mezclaron los laxantes existentes con miel y corteza de limón que, a modo de excipiente, facilitaban la ingestión ya que los laxantes anteriores eran imbebibles por su nauseabundo olor y gusto.

Como anécdota histórica, en el siglo XVIII cierto noble francés aquejado de estreñimiento crónico ofrecía una gran suma de dinero a quien desembarazara su vientre porque llevaba una semana sin poder defecar.

Quién inventó el laxante

Tal y como hoy lo conocemos, el inventor del laxante fue el farmacéutico húngaro Max Kiss en el año 1905. Fue él quien tuvo la idea de mezclar el laxante con chocolate: fue así como captó el mercado norteamericano y como el ingenioso inventor conoció la fama, la fortuna y la gratitud de millones de pacientes.

Su invento fue fruto de la observación: había seguido de cerca cómo los bodegueros de su país añadían al vino una sustancia, la fenolfatelina, capaz de provocar en quien había bebido más de la cuenta tener el “vientre suelto”.

Ante aquel hecho pensó que tenía entre sus manos un remedio definitivo y lo llamó Ex-Lax, abreviatura de “excelente laxante”, y como tal lo vendían buhoneros y charlatanes primero, y se expendía en boticas y toda clase de establecimientos después. Su producción llegó a la cifra de quinientos treinta millones de dosis al año.

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