El Cónclave, cómo se elige al nuevo pontífice
El llamado Cónclave es una asamblea que se lleva a cabo para la elección de un nuevo representante supremo de la Iglesia, y pese a que esta ceremonia ha variado sensiblemente a lo largo de los siglos, sigue manteniendo gran parte de su espíritu original, así como de su secretismo. Cuando un Papa fallece, se celebran sus funerales durante nueve días, y en un plazo máximo de 18 días a partir del fin de los funerales, debe comenzar el cónclave en la Basílica de San Pedro, concretamente en el Sacro Colegio. Para iniciar la ceremonia se da la misa del Espíritu Santo y se pide a los cardenales asistentes que renueven sus votos de fe con la Iglesia.
Una vez que están reunidos todos los miembros, se encierran por dentro y por fuera, y no pueden salir hasta que un nuevo pontífice haya sido elegido.
Los métodos a seguir para la elección de un nuevo papa, según las normas establecidas por Pío XIII, son los siguientes:
-Cuando se da el caso de que todos los cardenales eligen de manera unánime al mismo candidato se dice que ha sido elegido por Cuasi-inspiración.
-En caso de que las condiciones o circunstancias obliguen a elegir de manera precipitada, se da la posibilidad de elegir entre un número impar (tres, cinco o siete, según el caso) y reducido de cardenales.
-La manera más utilizada a lo largo de la historia ha sido la del Voto Secreto, en el que el nuevo Papa es elegido por mayoría, aunque esta mayoría debe superar las 2/3 partes del número total de cardenales asistentes. Curiosamente, si en número de participantes no puede ser dividido entre 3, se pide un «refuerzo» o una segunda votación, para poder validar la decisión.
La votación también cuenta con su propia parafernalia, para empezar, el voto debe escribirse en la papeleta procurando que la propia letra no sea «indetificable», así no se podrá saber quien ha votado por quien. A la hora de dirigirse hacia el cáliz donde se recogen los votos, se deberá llevar éste entre los dedos índice y pulgar, con la mano en alto. Cuando ya han votado todos, se procede al recuento, y si durante el recuento no coinciden los votos con el número de participantes, de inicia de nuevo el proceso.
El recuento de votos se lleva a cabo entre tres cardenales, que van pasándose cada papeleta entre ellos mientras cada uno la lee en voz alta, para que todos los asistentes puedan seguir el recuento. Cuando este proceso termina, se da a conocer el nombre del que más votos ha recibido, y si no cuenta con la mayoría de 2/3, el proceso de escrutinio se deberá realizar de nuevo.
Una vez que se ha elegido satisfactoriamente al nuevo Papa, tarea que se puede alargar mucho debido a sus tecnicismos, se prende fuego a los votos, y de ellos es de los que surge el famoso humo blanco o «fumata«, que da la noticia a quienes están en el exterior de que ya hay un nuevo líder de la Iglesia. Este humo parte de una pequeña chimenea que hay en el interior de la Capilla Sixtina. En el caso contrario, se mezclan los votos con paja húmeda, los cuales producen un espeso humo negro, señal de que la votación ha fracasado y de que el Cónclave ha de repetir el proceso.
Curiosamente, la tradición de la fumata está en vías de extinción, ya que por mandato de Juan XXIII, se deberán conservar como documentación de carácter histórico las votaciones en cada una de las nuevas elecciones de Pontífice. Hoy en día se sigue avisando al pueblo mediante el humo, pero éste ya no es producto de la quema de los votos.
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