¿Cómo funcionaría una economía sin dinero?

 



Supongamos por un  momento que vivimos en una economía sin dinero. ¿Qué tendríamos que hacer cada vez que quisiéramos coger el autobús o comprar el periódico?

Vivir en una economía sin dinero

Al no haber un medio de pago generalmente aceptado, todos los pagos tendrían que realizarse cambiando unas mercancías por otras. Este tipo de intercambios se llaman trueques. Para coger el autobús tendríamos que saber qué mercancías quiere la empresa de transportes, y para comprar el  periódico tendríamos que saber cuáles son los gustos del quiosquero.

Las dos partes que participan en los intercambios de esta economía sin dinero se convierten en compradores y vendedores al mismo tiempo. Para que los intercambios lleguen a producirse lo que el  uno quiere debe coincidir con lo que el otro quiere y viceversa. La necesidad de que se produzca esta doble coincidencia de deseos dificulta mucho los intercambios y multiplica sus costes.

Pongámonos en el lugar de una chica, Irene, e imaginemos que vive en una pequeña aldea insular donde viven otros tres ciudadanos y todos ellos, al ser tenderos,  se surten recíprocamente. Primero tendremos que ir a cada una de las tres tiendas para averiguar qué venden Silvia, Matías y Lucas, y qué están dispuestos a aceptar a cambio de sus productos. El tiempo y el esfuerzo que se dedica a averiguar, recordar y procesar lo que quieren los demás, son los costes de información en que se incurre en una economía sin dinero.

Y si esto es en una supuesta pequeña localidad de 4 personas, imaginemos cómo sería el tener que recordar los hábitos de toda una población de mil o cien mil habitantes. Los costes de información se dispararían. Estos costes prácticamente desaparecen en las economías donde hay un medio de pago generalmente aceptado.

Consecuencias de una economía sin dinero

Dado que cada uno solo produce un tipo de mercancía y no aceptan de todas a cambio, para obtener una determinada mercancía en una economía sin dinero se precisan de varios intercambios. Es decir, los trueques directos entre dos personas, en la práctica, no se darían, sino que habría trueques indirectos: yo te doy esto a ti, si tú me das esto a mí para dárselo a él.

Estos costes, conllevan a que los ciudadanos intenten hacer el menor número de cambios posibles y a que finalmente tengan tendencia a la autosuficiencia. De este modo se hace inviable la especialización, lo que conlleva que cada ciudadano, en una economía sin dinero, se convierta en una microempresa que produce de todo, pero con una eficiencia mínima.


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