Sokushinbutsu, momificados en vida

 



La momificación es un arte milenario practicado por diferentes culturas, desde los egipcios en el norte de África hasta los aztecas y mayas del continente americano, pasando también por los monjes japoneses, quienes han ido un paso más allá en esta técnica. Y cuando decimos que han ido más allá no nos referimos al hecho de que utilicen otros materiales o métodos más elaborados, queremos decir que este proceso se realiza en vida y de manera voluntaria en una agónica ceremonia llamada Sokushinbutsu.

Este proceso de momificación fue utilizado en el Japón durante cerca de 9 siglos y a lo largo de su historia tanto los medios como la forma de ejecutarlo fueron cambiando y adaptándose. El objetivo principal del Sokushinbutsu es lograr la iluminación en vida, aunque en la práctica más que como «Iluminados» se les conoce como «momias vivientes». En la técnica que ha llegado hasta nuestros días podemos distinguir tres etapas o fases distintas de 1.000 días de duración cada una, y obedeciendo unas determinadas normas en cada etapa.

Durante la primera etapa (entre el primer día y el número 1.000) se debía mantener una dieta formada por frutos secos, nuez moscada y harina de trigo, cuyo principal objetivo era limpiar el cuerpo de grasas. A esta dieta se la acompañaba con abundante ejercicio físico, quedando el cuerpo limpio de toda grasa corporal.

La segunda etapa (entre los días 1.001 y 2.000) se sustituía la anterior dieta por raíces, cortezas y grandes cantidades de té de Urushi, líquido bastante tóxico que proviene del árbol de la laca. El objetivo del té de Urushi es doble, por un lado provoca vómitos, diarreas y sudores haciendo que se expulsen grandes cantidades de agua del cuerpo, mientras que en un futuro evitará que los gusanos se alimenten del cuerpo.

En la tercera etapa (entre los días 2.001 y 3.000), cuando el voluntario apenas puede moverse, es sepultado en vida a varios metros de profundidad en un recipiente de madera hecho a medida para que el ocupante pueda sentarse en la posición del loto. Dentro del receptáculo le dejan varias cortezas para que no muera de hambre, una caña de bambú conectada con el exterior para que pueda seguir respirando y un sistema para hacer sonar una campana, que deberá tocar cada día para avisar de que sigue con vida.

El resultado no se conocerá hasta que pasen los últimos 1.000 días o hasta que deje de sonar la campana, lo que señala el fallecimiento del monje, tras lo cual se abrirá el receptáculo para comprobar si el proceso se ha consumado con éxito. En caso de haberse corrompido será enterrado con honores, pero si su cuerpo permanece incorrupto pasará a ser venerado en el templo.

La práctica del Sokushinbutsu fue vetada en Japón durante mediados del siglo XIX, aunque todavía es posible contemplar algunas de estas momias vivientes en varios templos japoneses, especialmente en Yamagata, donde aun permanecen 24 de estos inquietantes y sacrificados budas.

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